Hambre (2023)

Hay muchas cosas que disfrutar del ascenso al estrellato de este chef, como las destacadas interpretaciones de sus dos protagonistas y el intento de la película de criticar "el mundo de los ricos". Pero para muchos, la representación del mundo de la alta cocina en Hambre parecerá un poco tonta. El tiránico maestro de cocina, el chef Paul, por ejemplo, recuerda inmediatamente a los dictadores de la cocina tipo Gordon Ramsey, pero la seriedad casi robóticamente maníaca del chef Paul resultará increíble para algunos. Por lo general, los "maestros de la cocina" como él nunca caerían tan bajo como para infringir leyes, asesinar aves raras o hacer exhibiciones escénicas de cocina, todo lo cual el chef Paul hace con entusiasmo y sin ninguna afectación emocional. En su única escena casi vulnerable comparte su historia, pero no justifica del todo hasta dónde llega para satisfacer a su clientela. Tampoco es creíble el rápido ascenso a la fama de Aoy, que pasa de ser cocinera de frituras a dirigir su propio restaurante de alta cocina en lo que parecen ser sólo semanas.

Y en cuanto a la ya mencionada crítica de "los ricos", no va lo suficientemente lejos, como en El menú, ni en profundidad, como en Parásito. Da la sensación de que esta película quiere ser una mezcla de ambas cosas, pero no consigue decidirse. En todo momento, el chef Paul le recuerda a Aoy que su clientela le quiere a él y no realmente a su comida, pero nunca queda claro qué quiere decir la película más allá de eso. Está claro que la película sugiere que "los ricos" sólo quieren el estatus que supone haber comido algo hecho por el chef Paul para poder presumir de ello y publicarlo en sus redes sociales. Pero el auténtico corazón y la profundidad del viaje de Aoy contrarrestan la ridiculez de la caída en desgracia del chef Paul.