Medios hermanos

Al principio, esta película parece una alocada y familiar comedia de aventuras y viaje por carretera, pero cambia de rumbo y se convierte en una desgarradora historia de inmigrantes de una manera que no funciona ni resuelve los problemas de la trama. Es como dos películas en una, y ninguna se beneficia de la existencia de la otra, aunque las interpretaciones sean notables. Es casi imposible no ver a Del Río como un Zach Galifianakis más joven (aunque incluso más serio) en su papel de Asher. Y Méndez está bien como el estirado Renato, que no está dispuesto a dar a Asher el beneficio de la duda. Pero sus alocadas aventuras no son lo suficientemente originales o divertidas como para ser memorables.

Mientras tanto, el drama de los flashbacks de Medios Hermanos es convincente, humanizando a un personaje que de otro modo sería antipático (al principio es difícil redimir a un hombre que forma una nueva familia y abandona la anterior). Pero incluso cuando las revelaciones aumentan en intensidad y sentimentalismo, lo cierto es que Flavio sigue siendo en cierto modo imperdonable, con la excepción de la presentación de sus hijos. Sin embargo, el director Luke Greenfield sabe cómo tirar de la fibra sensible, y el público se sentirá emocionado en algunas partes. Es casi como si Greenfield se hubiera inspirado en Slumdog Millionaire, pero el resultado no es tan eficaz. Hay un poco de latigazo cervical en las transiciones de la comedia física y las peleas verbales de los hermanos a la confusión y las tribulaciones del viaje de Flavio a Estados Unidos (aunque al final acabe siendo económicamente estable, con una bella esposa y un divertido hijo pequeño). Es una pena que las dos mitades de la película no encajen mejor, porque hay momentos en cada una de ellas que merece la pena ver.