Thor: un mundo oscuro

Nadie puede decir que esta película no sea complicada; desde luego, no es simplista como lo son algunas películas basadas en cómics. De hecho, es posible que sufra de un exceso de complejidad, ya que se esfuerza mucho por explicar los matices de una convergencia universal que ha despertado a unas bestias llamadas los Dark Elves y que amenazan con poner en peligro todo lo que Thor, su padre, Odín (interpretado amablemente por Anthony Hopkins), y sus antepasados han conseguido con tanto esfuerzo. Lamentablemente, no gana la batalla, permitiendo que el dogma gane sobre el ingenio; que el trasfondo triunfe sobre la determinación.

La Jane Foster de Portman no tiene mucho que hacer aquí, y está relegada a una posición de damisela en apuros, aún más pronunciada que en el Thor original. Su mentor, el Dr. Erik Selvig (Stellan Skarsgard), también es ignorado, lo dejan hacer el papel de profesor chiflado. Ni siquiera el propio Thor parece obtener mucho honor por ser el líder, o gloria por todos los lanzamientos de martillo que hace. Así que menos mal que el Loki de Hiddleston sigue siendo un deleite, aunque la historia ya no gire en torno de él. Son los efectos especiales los que cobran protagonismo aquí, en escenas de batalla que son visualmente fascinantes. Si tan solo Thor: un mundo oscuro (Thor: The Dark World) hiciera que el público se involucrara más en lo que sucede en la pantalla, esas batallas tendrían más peso.