Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore

Esta simpática tercera entrega supone una mejora con respecto a la exagerada y simple segunda película, pero sigue probando lo difícil que es recuperar la magia de las películas originales de Harry Potter. En Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore, el director David Yates y los guionistas Steve Kloves y J.K. Rowling han creado un drama político sencillo que gira en torno a la importancia de las criaturas mágicas incluso en las elecciones internacionales. Mikkelsen, que siempre es bastante bueno interpretando al villano, hace un buen trabajo para aprovechar la intensidad de Grindelwald (aunque eclipsa la carismática interpretación de Depp), y Law capta la sabiduría casi omnisciente del profesor Dumbledore. Las conversaciones de sus personajes están impregnadas de la ira y nostalgia de antiguos amantes (su relación adolescente es una parte importante de la historia).

Pero la historia de Newt no parece avanzar mucho, sobre todo porque Tina (Katherine Waterston) brilla por su ausencia, una omisión flagrante que no se explica adecuadamente en el guion, teniendo en cuenta que es jefa de los Aurores, su hermana está en peligro y Grindelwald amenaza a todo el mundo mágico y no mágico. Otra cuestión que puede confundir a los fans de Potter de toda la vida es el protagonismo del qilin, una rara criatura mágica que hasta ahora era desconocida e inexplorada en las historias de magos o incluso en el renombrado libro de Scamander. (Por supuesto, esos mismos Potterheads serán probablemente los primeros en perdonar estos problemas de continuidad para mantener la fe en que el universo mágico continúe). En el reparto, Williams destaca como bruja americana experta en Encantamientos, y Miller rompe corazones como Credence, quien sólo quiere conocer su verdadera historia. La película, como todas las del Mundo de los Magos, cuenta con un fabuloso diseño de producción y vestuario (a cargo de la ganadora del Oscar Colleen Atwood), cuenta con otra de las evocadoras partituras de James Newton Howard. A estas alturas, estas películas tienen un público fijo, pero hay que preguntarse cuándo es el momento de terminar y esperar simplemente otra década para los inevitables remakes de las originales.