La Casa Gucci

Con este jugoso y delicioso drama, el director Ridley Scott demuestra que siempre está de moda sacar a la luz la fealdad de las cosas bellas. La historia de Gucci es una versión del cuento de Cenicienta: El apuesto heredero de una familia rica, poderosa e influyente desafía a su padre para casarse con una chica cariñosa pero de bajo estatus. La historia se cuenta desde la perspectiva de esa chica, Patrizia, lo que ayuda a los espectadores a entender cómo sería despertarse una mañana y tenerlo todo: una familia cariñosa, un calendario social apasionante, una vida rodeada de un lujo asombroso. Es alegremente divertido, pero no hay felices para siempre. Gaga vuelve a demostrar que es un fenómeno interpretativo fascinante. Como Patrizia, es adorable, sexy, inteligente y casi incómodamente identificable. Driver equilibra su presencia exagerada con una interpretación discreta, que permite al espectador entender por qué Maurizio, reservado y socialmente torpe, se siente atraído por ella. Patrizia es grande, audaz y manipuladora; Maurizio es callado e intelectual y compartimenta sus emociones. Scott expone hábilmente que estos dos tipos de personalidad eran una combinación tóxica: Era inevitable que sus chispas románticas se convirtieran en un incendio de cinco alarmas que lo arrasara todo.

Casi todos los actores de La Casa Gucci son estadounidenses y ponen acento italiano: Gaga y Driver resultan bastante creíbles, pero el prácticamente irreconocible coprotagonista Jared Leto es más ridículo. En el papel de Paolo Gucci, es una caricatura tan fuera de lo común que te saca de la película. Pero también es el alivio cómico y es probable que mantenga enganchados a los espectadores adolescentes. Y los diálogos están repletos de frases que se pueden citar, sobre todo los insultos. Dicho todo esto, el jolgorio, los excesos y los chisporroteos sólo llegan hasta cierto punto; escuchar a hombres trajeados hablando de negocios es suficiente para hacer que la mente de cualquiera se distraiga, y con dos horas y 38 minutos, sentimos el agobio. Y entonces es como si Scott se diera cuenta de nuestro aburrimiento y apretara el acelerador para llegar a la impactante conclusión, apurando el crucial desarrollo de los personajes. La Casa Gucci es cautivadora cuando estamos inmersos en un número de Vogue que respira y se mueve, pero necesitábamos que terminara como Psychology Today; en lugar de eso, nos lanzan las páginas dobladas de un National Enquirer.