Sin novedad en el frente (2022)

No todos los espectadores estarán dispuestos o serán capaces de soportar dos horas y media de épicas, sangrientas y gráficamente violentas representaciones bélicas. Pero los que lo logren, en esta tercera versión cinematográfica (y la primera en alemán) de la novela clásica alemana Sin novedad en el frente, se verán recompensados con una historia sutilmente humana sobre la amistad, la resistencia y el valor de la vida humana. La violencia está al servicio de la historia y de su mensaje. El director Edward Berger y su equipo han realizado un trabajo asombroso en la coreografía de las escenas del campo de batalla, rodándolas a menudo a la altura de los ojos e inmersos en las trincheras, lo que da al espectador la impresión de estar en medio de la batalla. La inquietante banda sonora se basa en ritmos melancólicos que van y vienen con la acción. El recién llegado Kammerer está excelente en el papel del recluta de ojos abiertos que a duras penas resiste cada día de tragedia.

La película está rodada en tonos grises, azules y marrones, y transmite minuciosamente las horribles condiciones de los soldados, casi muertos de hambre, empapados de barro y con las botas empapadas. Estas condiciones se comparan en escenas superpuestas con los exquisitos lujos que se permiten los líderes militares. Los soldados son asesinados, desmembrados, los hacen explotar, les prenden fuego y los envían a una última batalla mortal minutos antes de la firma del tratado de paz. El tema central de la película es lo poco que parecen importarles las vidas de los jóvenes a algunos de los altos mandos o al enemigo. "Pronto Alemania estará vacía", dice un personaje. Los créditos finales nos dicen que casi 17 millones de personas murieron en la Primera Guerra Mundial, tres millones luchando inútilmente en el frente occidental. En las escenas se ve cómo las trincheras se repiten en el mismo terreno durante años, y cómo los uniformes de los muertos se lavan, se cosen y se entregan a los nuevos reclutas, con los nombres de los soldados muertos en las etiquetas que se arrancan y se tiran al suelo.