Outer Banks

Este drama adolescente tiene el poder de succión de una aspiradora Dyson de alta gama, y no te suelta una vez que te atrapa. Cuando conocemos por primera vez a John B. en Outer Banks, es tentador que no te guste su desprecio crónico por la autoridad y su insistencia en arrastrar a sus amigos a la refriega a pesar de las repercusiones que puedan caer sobre ellos. Pero a medida que su historia evoluciona, se vuelve más simpático, ayudado sobre todo por la enorme diana fijada en su espalda después de tropezar con un misterio mortal y negarse a renunciar a resolverlo una vez que descubre la implicación de su padre. De repente, este adolescente rebelde y las pistas que guarda sin saberlo se convierten en los más buscados de Outer Banks, y antiguos aliados se convierten en sospechosos en un abrir y cerrar de ojos.

El drama y la acción que se suceden hacen que sea una escapada absorbente, especialmente para aquellos que tengan tiempo de ver la serie en atracones, porque es muy difícil detenerse en un solo episodio. Está escrita con agudeza, no sólo en torno a personajes intrigantes, sino también a temas relevantes relacionados con la disparidad socioeconómica y los prejuicios. Tal y como expone John B., la comunidad tiene dos clases bien diferenciadas: los Kooks acomodados y los Pogues de clase trabajadora. Aunque la serie subestima el papel de la raza y la etnia en la división de clases, prefiriendo hablar de los prejuicios en los Outer Banks como una cuestión exclusiva de riqueza (o falta de ella), John B y sus amigos simbolizan las tensiones más grandes en torno a los que tienen y los que no tienen. Los padres y los adolescentes mayores que vean juntos la película podrán hablar de estos temas en relación con sus propias comunidades y experiencias.